La educación en la segunda República y los ideales de Eugenio María de Hostos.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Eugenio
María de Hostos
(Eugenio María de Hostos y Bonilla;
Mayagüez, Puerto Rico, 1839 - Santo Domingo, 1903) Político, pedagogo y
escritor puertorriqueño. Hombre austero y de ideas liberales, cuyo pensamiento
recibió influencias del krausismo y del positivismo, Eugenio María de Hostos
consagró su vida a un doble ideal: la independencia de su patria y la educación
de los pueblos.
Eugenio
María de Hostos
Hostos soñó con una confederación
antillana libre como base de una América libre y unida, y a ello se dedicó con
ahínco desde sus tiempos de estudiante en España; vio en la mejora de la
educación popular el fundamento de un futuro de libertad y justicia, y, a lo
largo de una vida itinerante que lo llevó a recorrer toda el continente,
prodigó por doquier su labor de renovación pedagógica.
Biografía
Tras haber cursado estudios primarios en
la capital de su país natal, Eugenio María de Hostos viajó en 1852 a España
para completar su formación académica. Estudió en Bilbao y en Madrid, donde se
licenció en leyes y tomó contacto con los diversos grupos krausistas que en la
segunda mitad del siglo XIX animaban la vida cultural madrileña.
El krausismo determinó, a partir de
entonces, los derroteros filosóficos, pedagógicos y políticos por los que
habría de discurrir su actividad intelectual; y así, partidario de la
independencia de las colonias antillanas, creyó posible una gran federación
ultramarina que instaurase la república en aquellos lares. Convertido en adalid
del independentismo antillano, Eugenio María de Hostos pronunció en el Ateneo
de Madrid varias sonadas conferencias que quedarían plasmadas por Galdós en la
novela histórica Prim (1906), perteneciente a la cuarta serie de sus Episodios
nacionales. Confió en que la Primera República española (1873-1874) daría la
libertad a su país, y abandonó España cuando vio frustradas sus esperanzas.
Empezó entonces para el ilustre
puertorriqueño una vida de peregrinación, de propaganda, de lucha por sus
ideales. Vuelto a Hispanoamérica, formó parte de la Junta Revolucionaria Cubana
creada en Nueva York y dirigió su órgano periodístico, La Revolución.
Posteriormente, Eugenio María de Hostos recorrió América del Sur propagando sus
ideas liberales, dirigió en Venezuela el Colegio Nacional de Asunción y fundó
en Santo Domingo la llamada Escuela Normal, para volcarse de lleno en una
incesante actividad pedagógica (1879-1888) que luego extendió por Chile entre
los años 1889 y 1899.
Fruto, en parte, de esta abnegada labor,
fueron los dos tratados de sociología que publicó en 1883 y 1901. Hostos proponía
una educación liberal que llevara a un progreso moral e hiciera posible el
desarrollo de las instituciones democráticas en Hispanoamérica. De regreso a su
patria, fue nombrado jefe de la comisión encargada de reclamar en Estados
Unidos la independencia de Puerto Rico dentro de una confederación de las tres
grandes islas antillanas. Pero la dominación española había sido sustituida por
la norteamericana, y, rota la ilusión de ver a su país libre, emigró de nuevo a
Santo Domingo, donde consagró el resto de sus días a su obra pedagógica y
cultural.
La preocupación de Eugenio María de
Hostos por la ética quedó plasmada en el ensayo Moral social (1888), y su
temprana vocación legalista, en Lecciones de Derecho Constitucional (1887). También
es autor de tres ensayos: Biografía de Plácido (1872), Cartas públicas acerca
de Cuba (1895) y Meditando (1909), obra póstuma que recoge su célebre ensayo
sobre Hamlet. En el terreno de la creación literaria, Hostos dio a la imprenta
en 1863 la novela simbólica titulada La peregrinación de Bayoán, donde dejó
plasmados sus postulados independentistas. En 1939 se publicó su obra completa
(20 volúmenes).
La producción de Hostos, extensísima y
variada, comprende muchos más títulos que los anteriormente destacados, y, pese
a tal diversidad, se halla presidida en su mayor parte por aquellos mismos
ideales de libertad en el terreno político y de humanismo en el educativo que
siempre guiaron su trayectoria vital. Ello puede afirmarse incluso de las obras
que, dentro de su amplísima bibliografía, podemos calificar de literarias.
Si alguna vez se ha considerado su obra
literaria como de interés secundario, ello no se debe a falta de aptitudes ni
de calidad: su primer trabajo en prosa, la singular novela titulada La
peregrinación de Bayoán, escrita en 1863 en España, tiene un interesante
contenido simbólico y poemático que anunciaba a un escritor de gran porvenir
literario, dentro de la corriente romántica. El relato representa la unión de
las Antillas, personificadas en distintos personajes que llevan nombres
indígenas: Bayoán es Puerto Rico; Marién es Cuba; Guarionex es Santo Domingo.
La hondura delpensamiento y la exposición de ideas revelan ya en este texto
primerizo el acendrado amor de Hostos a América y su preocupación por el
porvenir de las Antillas.
Este primer grupo de obras literarias
incluye otras dos novelas inéditas: La novela de la vida y La tela de araña.
Eugenio de Hostos escribió asimismo algunas composiciones poéticas y un poema
neoclásico titulado El nacimiento del Nuevo Mundo. Después redactó algunos
cuentos y comedias para sus hijos (Cuentos a mi hijo, 1878), pero no pasó de
ahí: sus ilusiones literarias de juventud serían pronto consideradas por el
propio autor como ocios impropios del hombre llamado a más altos menesteres
patrióticos y humanos.
El grueso de la obra de Hostos lo
conforman ensayos de diversa temática: ética, sociología, derecho o literatura.
En este ámbito su libro de mayor alcance se titula Moral social (1888), fruto
de las clases que dictó durante su permanencia en Santo Domingo, de 1879 a
1888. Hostos siguió las tendencias filosóficas positivistas del momento en que
se formó su pensamiento, pero en ocasiones recuerda la corriente krausista,
introducida en España por Julián Sanz del Río. En Moral social, Hostos expone,
de todos modos, una concepción propia y original de la ética en las relaciones
del hombre con la sociedad.
Manuel
de Jesús Peña Reynoso
De joven se dedicó a la enseñanza y a
los 16 años ya era considerado en Santiago de los Caballeros y comunidades
aledañas, como una persona con las cualidades de un educador.
Manuel de Jesús de Peña y Reynoso nació
en la sección Arenoso, Santiago, el 2 de diciembre de 1834, hijo de Diego de
Peña y Luliana Reynoso, inmigrantes canarios.
Entre los primeros maestros que
influyeron en su personalidad figuran Juan Luis Franco Bidó, Benigno Filomeno
Rojas y el presbítero Gaspar Hernández.
A la edad de 20 años se trasladó a
Santiago de Cuba. Allí se encontraba cuando el 10 de octubre de 1868, en Yara,
Carlos Manuel de Céspedes inició el primer movimiento por la Independencia de
Cuba, que se conoce como la “Guerra de los 10 Años”.
Manuel de Peña y Reynoso se integró a la
lucha por la Independencia de Cuba. Durante el proceso trabajó como secretario de
Carlos Manuel de Céspedes y Máximo Gómez.
En reconocimiento a sus méritos fue
ascendido al rango de General de División. Regresó a República Dominicana, en
el año 1873.
El escritor santiaguense José Ulises
Franco, anota que al llegar al país, Manuel de Jesús de Peña y Reynoso fijó su
residencia en Santiago de los Caballeros, donde fundó el Colegio Paz, donde
desarrolló una extraordinaria labor patriótica y cívica en compañía de los
profesores José María Vallejo y Federico García Godoy.
“Ejerció el magisterio –su vocación
favorita-, como director de la Escuela Superior de Montecristi; del Colegio San
Felipe, de Puerto Plata; del Colegio Central, de Santo Domingo, y de la Escuela
Normal, de Santiago de los Caballeros, a raíz de su fundación en 1902 hasta 1904”.
El 4 de junio de 1874 fundó la Sociedad
Literaria “Amantes de la Luz”, la más antigua institución cultural establecida
en la República Dominicana.
Salomé Ureña, mujer, poeta,
docente, madre y esposa
Ilustre poetisa dominicana Salomé Ureña de Henríquez,
quien alcanzó una educación y formación intelectual y literaria que ayudaría a
codearse con el mundo literario de su país a los quince años.
Educando, tras conmemorarse un año más del
nacimiento de Salomé Ureña, presenta a las familias su biografía y algunos de
sus poemas.
Salomé Ureña de Henríquez, nació el 21 de octubre
del año 1850 en Santo Domingo, escritora y pedagoga, es considerada como la
poeta nacional de la República Dominicana. Fue hija del también
escritor y preceptor Nicolás Ureña de Mendoza.
Sus primeras lecciones las tomó de su madre Gregoria
Díaz. Más tarde su padre la llevó de la mano en la lectura de los clásicos,
tanto españoles como franceses.
Debido a ello, la joven Salomé alcanzó una educación
y formación intelectual y literaria que ayudaría a codearse con el mundo
literario de su país a los quince años.
A los 20 años se casó con Francisco Henríquez y
Carvajal. Les nacieron cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila Henríquez
Ureña. Su tercer hijo, Max, llegaría a ser una de las lumbreras humanísticas
más destacadas de la América Hispana en el siglo XX.
Comprometida y luchando por la libertad y progreso
del país y de Latinoamérica, en sus últimos años se dedicó por completo a la
tarea de mejorar la educación de las mujeres.
Alentada por su esposo, en 1881 instituyó en el
país, el primer centro femenino de enseñanza superior, nombrado Instituto de
Señoritas, todavía existente. A los cinco años de su iniciación, se diplomaron
las primeras seis maestras normales.
Colaboró con periódicos y revistas, donde publicó sus poemas, unos de corte patriótico defendiendo la identidad
nacional, amenazada entonces por Haití y España y los gobiernos dictatoriales
de la isla, y otros más líricos, personales y hasta familiares.
Lira de Quisqueya (1874) fue la primera antología
poética dominicana, a la que siguió su libro más celebrado, Poesías (1880). En
él se recogen composiciones líricas “La llegada del invierno”, “Melancolías”
intimistas “Padre mío”, “A mi hijo”, “Páginas íntimas”; y de corte patriótico
“La fe en el porvenir”, “La gloria del progreso”.
Al año siguiente publicó su poema más famoso y pesimista,
“Sombras”, en el que manifestaba su desencanto ante la situación sociopolítica
dominicana.
Salomé Ureña, luego de vivir años de lucha por la
educación, principalmente de las mujeres dominicanas, murió relativamente joven
a la edad de 47 años, en 1897, debido a la tuberculosis.
Principales educadores
Entre los educadores más destacados de la época,
cabe destacar a; Manuel de Jesús Peña y Reynoso, su permanencia en Cuba lo
mantuvo desconectado de los más importantes conocimientos políticos del país,
pero a su regreso se vinculó a Ulises Francisco Espaillat, jugando un papel de
mucha importancia en el movimiento que llevó a
este a último a la presidencia de la República, en abril del 1875. En
del gobierno de Espaillat ocupó la cartera de interior y policía.
Peña y Reynoso contribuyó a la difusión de la cultura, tanto a través
de la educación formal. Aunque su principal centro de atención fue la
enseñanza. El 1874 fundó en Santiago la sociedad Amantes de la Luz.
Fue profesor en varias ciudades: la vega, Puerto
Plata y Santo Domingo. Fundó el Colegio La Paz, además, publicó varias obras
didácticas; planteó la creación de bibliotecas públicas, circuitos literarios y
escuelas dominicales para el desarrollo de la educación de adultos.
Eugenio María de Hostos, eminente educador puertorriqueño, tuvo una especial
preponderancia en la educación nacional. Sus ideas pedagógicas sirvieron de
fundamentos a las reformas que se ejecutaron en el país a finales del siglo
XIX.
Hostos fue un pensador fecundo. Su obra, reunida en
18 volúmenes, abarca pedagogía, filosofía, sociología, literatura, derecho e
historia. Como dice Pedro Henríquez Ureña, ´´antes que pensador contemplativo,
Hostos es un maestro y un apóstol de la acción’’. Sus concepciones pedagógicas
tienen como fundamento el positivismo, corriente filosófica creada por el
francés Augusto Comte.
Hostos ve en la razón la esencia del ser humano. Con este enfoque intentó debilitar la
visión del hombre, predominante en su momento, cuya esencia se percibía solo a
través del prisma de la fe. Asumió que el objetivo principal de la enseñanza es
contribuir al desenvolvimiento de las fuerzas intelectivas, poniendo a
funcionar los órganos de la razón, según
sus leyes; consideraba que la enseñanza debía efectuarse con sujeción a tres
factores: lo psicológico, lo científico y lo social, y asociaba lo psicológico
a los procedimientos y formas de enseñanza.
Mostró que poseía conocimientos de fundamentos de la
pedagogía diferencial, al considerar que el niño debía ser tratado como un ser
distinto al adulto. Promovió el respeto a esta condición y a las perspectivas
de la etapa del desarrollo. Estableció lo que denominada principios de enseñanza, cuya síntesis se ofrece a continuación.
Principios
de la enseñanza según Hostos
·
Es
necesario preestablecer los conocimientos que han de comunicarse, teniendo en
cuenta las condiciones naturales de la razón humana, las edades de los
educandos y su desarrollo.
·
Es necesario conocer y estudiar las funciones
y actividades de la razón. Saber si hay un orden a qué atenerse, y del cuál no deba prescindirse en la enseñanza.
·
Es
necesario seguir el orden natural de la razón, el orden de su desarrollo, de su
operar y funcionar.
·
Es
necesario seguir un método no arbitrario sino concordar con el plan de la
enseñanza.
·
Es
necesario, además, seguir el método que la naturaleza sigue en su modo de
desarrollar la inteligencia, prefijarse un sistema.
·
Es
necesario desarrollar el método natural de la razón, el sistema bajo el cual se
ha concebido ese método natural en mandos medios., o métodos particulares, que
son y deben ser en realidad los recursos prácticos a que apelen para explicar
el sistema filosófico que se haya concebido.
Hostos creó la Escuela Normal para la
formación de maestros.
Estados de los Indicadores Básicos.
En
el año 1867 el país contaba con una
población de 3.000 habitantes.
Para
la época, la oferta educativa siguió siendo muy baja; apenas recibían docencia
30 niños por cada 30,000 mil personas. Había 14 escuelas y una matrícula de
1322 estudiantes, de los cuales 721 eran atendidos por el sector oficial.
Del
presupuesto nacional solo se dedicaba a
la educación un 4%, correspondiente a la exigua, suma de $ 8, 400.00. y aunque
Pedro Francisco Bonó sugirió al gobierno para que
adoptara políticas más equitativas a favor del sector educativo, no logró su
cometido.
Establecimientos escolares
Los
materiales escolares, en su mayoría, estaban construidos de materias de
precaria calidad.
Los materiales predominantes el techo, eran de yagua y cana, y en las paredes las tablas eran de palma. El convento de reina era una excepción. Esta
sólida edificación estaba hecha principalmente de contrastando con la
fragilidad de los demás recintos educativos. Piedra y de otros materiales de
construcción y arquitectura de la época,
Reformas educativas.
Las
reformas educativas llevadas a cabo durante el período de 1844 a 1916, tuvieron
su concepción en las reformas pedagógicas de Eugenio María de Hostos.
Su
obra de base filosófica positivista, estaba orientada hacia la transformación
social. Para Hostos, ´´el fin del hombre
es concertar una armonía y realiza todos los fines del ser como lo señala
naturaleza y de acuerdo con su carácter distintivo, la racionalidad´´.
(Demorifis , 1939).
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